Terraza del hotel Dream Downton en Nueva York
Creo que es recién la primera vez que voy a Nueva York con el sólo propósito de divertirme luego de muchos años de visitar la ciudad por negocios. Además, esta vez pude planear con mi esposa la escapada de 5 días en Marzo con un poco de anticipación, lo que nos dio chance de poder reservar en algunos de los mejores restaurantes, de esos que no se puede llegar «on the spot», especialmente el Per Se (el mejor restaurante de Nueva York), el que tiene listas de espera de meses en las temporadas fuertes.

El viaje empezó mal, habíamos reservado un departamento en el West Village, con una ubicación ideal (alrededor de algunos de los mejores delis, restaurantes, bares y tiendas de downtown) a través de AirBnB, pero fue un fiasco. El departamento no lucía como en las fotos, todo el equipamiento era de muy mala calidad, y lo peor de todo, olía a incienso de forma tan penetrante que ni luego de ventilar se quitaba el hedor. Mi primera mala experiencia con este site que siempre me funcionó bien. Especialmente en New York prefiero un departamento a un hotel, para tener esa pequeña experiencia local de ir a delis, mercados y supermercados premium, esos que tientan con la vista a los que somos cocineros y gourmets. Huimos al hotel Dream Downtown, un hotel de moda en Meat Packing, a la vuelta del Chelsea Market, donde me quedé varias veces trabajando para Google (la oficina de Google también está a la vuelta de la esquina). De hecho fue un alivio caer sin reserva ni tarifa negociada y encontrar gente tan profesional y amable en el counter: no sólo me respetaron la muy conveniente tarifa corporativa que tenía en Google sino que nos mandaron una botella de Prosecco a la habitación (por el aniversario). Además su CRM les indicó qué opción de periódico prefería en la mañana, entre el New York Times y el Wall Street Journal. Esas experiencias fidelizan.

Lo único bueno de la experiencia del departamento es que su dueño nos recomendó un muy buen lugar para tomar unos aperitivos en el West Village que no conocía: el Buvette. Lugar íntimo, hasta un poco escondido, con una decoración muy lograda de bistrot, con un celo por el aspecto que incluye la original vestimenta de los camareros. Un ambiente muy cool, de vecinos de esta zona trendy, todos apretados en 40 metros, pero felices. Pedimos varias tapitas (ofrecen una selección de 5 por US$ 35), en base a foie y quesos, que estaban correctas (salvo el tamaño de los quesos, en New York cada año las porciones de quesos, jamones y embutidos que sirven en los nuevos restaurantes «mediterráneos» se reducen un 20%, llegando al tamaño ridículo actual de la yema de un dedo). Buena carta de vinos franceses para copear, aunque el que escogimos fue un Saint Julian, un sureño Coteaux Varois que estaba tan bueno que terminamos pidiendo la botella (a precio muy razonable para Nueva York, US$ 46).
Buvette, restaurante village nueva york

Al día siguiente, para la comida, logramos sentarnos en la barra de la emblemática Minetta’s Tavern, en el Village también, los creadores de las famosas Minetta (cheddar) y Black Label (carne añejada y cebolla caramelizada) burgers. Con estas hamburguesas, y un menú muy escueto de bistro que incluyen los clásicos mejillones, trucha meuniere y su versión del steak-frites, Minetta se ganó una estrella Michelin (es de los pocos lugares con estrellas para comer a precio «accesible»). Una hamburguesa no es mas que una hamburguesa, pero tengo que reconocer que la Black Label que comí si era muy especial. Minetta es también acerca del ambiente, que combina turistas (por su fama) con locales de la zona. Es un clásico del Village, especialmente en aquellas épocas mas bohemias que Minetta era frecuentada por Hemingway, Ezra Pound, Cummings, boxeadores famosos y vagos profesionales.

Minetta Tavern mejor hamburguesa nueva york

Minetta Tavern, mejor hamburguesa de Nueva York?

Para la noche no tuvimos que ir lejos, en el Dream Downtown residen varias de las mejores opciones de la ciudad para tomar un drink (claro, si no te importa pagar US$ 23 mas 8% tax mas 20% tip =US$ 29 por trago). En el lobby está el Marble Lane, un restaurante correcto, que mas tarde se convierte en bar, con DJ tocando en vivo. Para mas tarde, la acción se muda al penthouse, el Ph-D, uno de los mejores bares de moda en la ciudad. Los huéspedes del hotel tiene acceso privilegiado hasta cierta hora, a diferencia de lo que sucede en el vecino hotel Standard con su Boom Boom Room. En el sótano del Dream Downtown está el Electric Room, uno de los mejores clubes de la ciudad (otra creación de Nur Kham, luego del Rose), e imposible entrar si no estás en la lista de «la» bouncer. El Dream Downtown monopoliza varios de las fiestas del Fashion Week, por lo que en general cualquier persona, de cualquier sexo, de menos de 1.90 se sentirá extrañamente baja (especialmente cuando me tocó compartir elevador).

Fiesta y modelos en el PHd del Dream Downtown en Nueva York

Fiesta y modelos en el PHd del Dream Downtown

El Boulud Sud es la última creación del archifamoso Daniel Boulud en USA. Este bistro moderno ofrece comida mediterránea de alta calidad. Está conectado via el pasillo de los baños y la cava con el mas conocido Bar Boulud. Llegamos sin reservación, pero luego de la recriminación del maitre y una breve espera en la barra nos dieron una buena mesa. El sommelier me vendió con poca dificultad una botella de Pradeaux, de Bandol, una de las AOCs que mas me gustan del sur de Francia. La entrada para compartir fue uno de los mejores platos del viaje: un risotto de chorizo y calamar. Especialmente el calamar tenía un gusto y textura únicos. Y para seguir la dieta mediterranea completamos con un lechón con polenta al ajo y morillas y un cordero estilo argelino. Gran experiencia, a precios razonables para el lugar (US$ 35 en promedio un principal).

Boulud Sud, excelente restaurante de comida mediterranea en Nueva York

Boulud Sud, excelente restaurante de comida mediterranea

Al Bar Boulud fuimos dos días después después de la ópera. El menú del bar es demasiado corto para mi gusto, y las dos veces que fui salí decepcionado con la comida. La ventaja es que está justo frente a la ópera (Met Opera en Columbus Circle), y el ambiente agradable y animado de entendidos y farsantes discutiendo sobre ópera. Eso sí, la ópera estuvo maravillosa, a pesar que en esta puesta de Otello «el malo» Iago, un imponente Thomas Hampson, reduce a la nada al protagonista de la ópera, aún a la luz de los que no somos grandes entendedores.

Thomas Hampson, en el papel de Iago en la ópera Otello en Nueva York

Thomas Hampson, Iago en Otello en MetOpera.


Espero que mi próximo contacto con Daniel Boulud sea en su templo, el Daniel (acordarme de reservar un mes antes!).

Del Posto (una estrella Michelin) es un italiano pretencioso en el Meat Packing district, con servicio de simpáticos farsantes italianos de trajes rayados, pero se come bien. El maitre italiano se mostró ofendido con una actuación digna de la Scala porque llegamos sin reservación, pero luego de media hora en la barra conseguimos una buena mesa. Con un Badia Coltibuono (un Chianti Classico Riserva de un pueblo cerca de donde pasamos la luna de miel que nos trajo grandes recuerdos) regamos unas luna piena (pasta rellena de queso redonda) con tartufo nero y algunas otras delicias, para cerrar con queso puzzone (queso semiduro de Trento, en el norte) para terminar el vino. La comida estaba buena, pero bastante cara. El ambiente mezclado, pero mayoría de gente de negocios visitando la ciudad. No sé si volvería. Lo mejor de esa noche vino después. Logramos entrar al Smalls Jazz Club (en el Village), un club muy pequeño en un sótano de sillas tan apretadas que si no fuera por la calidad de la música la gente se pondría de mal humor. Nos tocó una sesión de jazz latino inolvidable, con una banda familiar de cubanos que viven en Europa. El «patrón» de la banda es uno de los responsables del «descubrimiento» de Buena Vista Social Club. Un ambientazo, muy divertido. Siempre el nivel de músicos de este lugar es altísimo aunque el jazz varíe entre root, latin o moderno.

Hicimos un break de Manhattan para comer el domingo en una casa de fin de semana de unos amigos en Rhinebeck, un pueblo upstate muy pintoresco, a 90 minutos de Manhattan, en esa época del año rodeado de bosques nevados, un paisaje de campiña muy bonito. Recorrimos tiendas típicas, y el mercado local de productores de lácteos, carnes y verduras, toda una experiencia. Real Farmers a minutos del Empire Estate.

El último día decidimos comer poco (nos tocaba el Per Se para la cena) en el recientemente abierto Rosemary (Village). Unas tapitas de prosciutto, Soppressata, Pecorino y Calamari. Correctos, aunque míseros. La carta de principales no estaba nada tentadora, por US$ 40 nos dieron un Chianti malísimo. Ambiente de gente cool del Village.

El punto gastronómicamente culminante del viaje fue la visita al Per Se. Con tan poca anticipación (una semana), sólo pude conseguir una mesa para el gringo horario de las 6pm. No se puede escribir nada nuevo del Per Se, todo está dicho, al menos mientras sigan cocinando con ese nivel. Del menú degustación de 9 tiempos lo que mas me gustó fue la famosa entrada Oysters and Pearls, un plato que creó Thomas Keller para su restaurante californiano The French Laundry y transportó a la costa este, y uno de los últimos principales, una carne wagyu que me hizo retirar todo lo que pensaba sobre japoneses entre vacas. El ambiente es dominado por los nuevos ricos del mundo: brasileros, asiáticos, rusos y algunos locales, pero en estos lugares cuando uno empieza a comer, todo lo de alrededor desaparece.

Per Se, el mejor restaurante de Nueva York

Per Se, lo que importa es la comida (aunque la vista a Central Park es muy bonita)

Lo que puedo acotar es que tomamos el Brunelo di Montalcino a mejor precio de toda la gira, claro, por el otro lado ya habíamos dejado los últimos ahorros en el menú degustación. Habrá que volver a ahorrar para regresar. Un tip: en la parte del bar de la recepción se puede comer sin reservación, y sin la necesidad de pedir el menú de degustación entero.

Ahora con tiempo hay que reservar algunos de los otros clásicos: Jean Georges y Le Bernardin.