Nunca es tarde para escribir sobre una buena experiencia de viaje. Por eso quiero compartirles este relato y la información útil (información de lugares, hoteles y restaurantes) de viaje a todos los que estén planeando un viaje a Italia, donde es muy difícil escoger lugares por la interminable cantidad de opciones.
Escogimos el final del verano para viajar, del 24 de Agosto de 2009 al 6 de Septiembre de 2009. Es una fecha interesante, porque incluye parte de la última semana de la temporada alta (para ver gente y actividad) y luego la mucho mas tranquila primera semana de Septiembre. Es una época de calor, aunque no tanto como Junio o Julio.
Los lugares que escogimos luego de bastante análisis y discusión fueron éstos: Roma (2 noches), la campiña Toscana/Castellina in Chianti (4 noches), Venecia (3 noches), Costa Amalfitana/Praiano (4 noches). Esta distribución nos dio la posibilidad de recorrer toda lo mas importante de la parte central de Italia, dejando el norte lombardo y las islas (Cerdeña y Sicilia) para un próximo viaje.
Días 1 a 3, Roma:
De Roma no hay mucho nuevo que se pueda decir. Mas allá de las obligadas visitas a las tradicionales bellezas y atracciones históricas (Coliseo, colinas históricas, museos, fuentes, Vaticano, mas y mas iglesias…), nos pasamos gran parte del tiempo esquivando las multitudes de turistas en los lugares mas obvios y disfrutando de la belleza especial que tienen los rincones mas solitarios de la ciudad. Un lugar especial para disfrutar de este juego de escondidas de las multitudes que atacan cámaras en mano es el Trastévere. Cruzando el río Tíber se encuentra el barrio mas bohemio de Roma, donde es posible encontrar bares y cafecitos de locales (público mas joven en general), así como algunos de los mejores restaurantes auténticos de la ciudad. Aunque la primera noche, huyendo despavorido de las 5.000 personas que le estaban sacando fotos a la Fonte Vecchia caímos en un restaurante tradicional (a sólo unos 500 metros de la fuente) que nos dio la bienvenida a Roma con unos mejillones y un cordero increíblemente sabrosos. En el Trastévere cenamos en un restaurante que se llama «Paris in Trastevere», famoso por sus pescados. Comimos un rombo (pescado, 22 Euros), unas costeletas de cerdo (costarelle de maiale, 16 Euros) con una botella de un buen Pinot Griggio (adecuado para el calor, 25 Euros). La comida no fue nada especial, pero es un buen lugar para sentarse afuera en verano y ver la activa vida nocturna de la zona. Luego nos perdimos en bares de locales por la zona (hicimos buenos amigos) por unas copas.
Al día siguiente cambiamos de barrio bohemio a barrio chic, y nos fuimos a desayunar a la zona de Piazza Spagna («Spanish Steps» para los turistas que hablan inglés), pero nos alejamos unos metros para huir de las hordas que están sacando fotos de las famosas escaleras y nos instalamos en uno de los cafecitos de Via Frattina para ver pasar a la gente mas elegante de Roma. En Via Frattina, y sus dos calles parelelas (Via dei Condotti y Via Borgognona se encuentran todas las tiendas de marcas de lujo de Italia y resto de Europa: Armani, Gucci, Dolce & Gabbana, Louis Vuitton, etc. En general es imposible comprar de caro, pero como llegué en plena época de «sales» de final de verano me compré dos sacos de lino a menos de 400 Euros cada uno, una ganga teniendo en cuenta el lugar…
En Roma nos alojamos El Vaticano, en el hotel Atlante Star (http://www.atlantestarhotel.com). El hotel está muy bien, además conseguimos una tarifa de sólo 135 Euros (via Hoteles.com), con el desayuno incluido.
Días 4 a 9: La Toscana
Recuerdo pocas situaciones en mi vida haberla pasado tan bien como estos 5 días. La Toscana es simplemente perfecta: paisajes, clima, cultura y mucha comida y bebida. Las opciones de lugares para quedarse en la Toscana son interminables: ciudades importantes como Florencia (Firenze) o Siena, pequeños pueblos famosos como Volterra, Montepulciano o Montalcino, pueblos menos conocidos, o albergues rurales. Nosotros escogimos esta última opción porque permite apreciar la Toscana mas geniuna, la del campo, pero estando cerca de todas las zonas de interés. El hotel que escogimos fue Podere Palazzolo, un bed & breakfast en lo alto de un valle lleno de viñedos y olivos con unas vistas insuperables. Podere Palazzolo (http://www.chianticharme.it) tiene solo 13 habitaciones, decoradas en un estilo rústico, pero muy confortables. El precio es muy razonable (130 Euros). El desayuno casero lo sirven en una terraza con vista al valle. Podere Pallazolo tiene una amplia piscina (también con vista panorámica y rodeade de viñas y olivos), que viene muy bien en verano para refrescarse luego de los paseos. Podere Palazzolo está a unos 3 km de Castellina in Chianti (265 km desde Roma), un pueblo encantador, con el plus adicional de recibir pocos turistas en comparación con otros pueblos famosos de la zona. La mayoría de la gente que vimos en el pueblo eran locales o turistas italianos (una rareza en la Toscana). En Castellina cenamos la primera noche, en el que quizás haya sido la mejor experiencia gastronómica del viaje. En el centro del pueblito, frente a la Piazza dei Comune (plaza principal), y debajo de la torre del campanario está la Trattoria La Torre. Es un restaurante rústico, operado por la familia Stiaccini (toda la familia trabaja en el restaurante que data de 1860). Es una maravilla de cocina auténtica toscana, de la sencillez de los buenos ingredientes cocinados de forma simple. Todo estuvo espectacular: el cordero y cerdo al horno, los embutidos y hasta los quesos pecorino estaban perfectos. No probé la Fiorentina (un corte enorme costilla de res a las brasas), pero en las mesas vecinas se veía muy buena. Todo a un precio ridículo: los platos principales alrededor de 10 euros, una botella de chianti classico riserva a 12 euros. Y la atención muy cálida de los dueños.
Lo bueno de Castellina es que está entre Siena y Florencia, muy cerca de todo. Recorrimos los pueblos medievales de Volterra, Montepulciano y Montalcino que son encantadores. Montepulciano y Montalcino producen dos de los mejores vinos de Italia: el vino Nobile di Montepulciano, y el Brunello di Montalcino. No pude evitar tomarme una botella con cada comida…Todos los viajes cortos los hicimos por carreteras rurales angostas que atraviesan valles de viñedos, olivos y pinos, haciendo de la salida en coche un entretenimiento en si mismo. Toda la zona está llena de bodegas y molinos de aceite de oliva que se pueden visitar y hacer degustaciones. Los vinos son muy baratos: los Chianti Classico empiezan en 4 euros (8 euros un riserva), los Nobile de Montepulciano en 6-8 euros y los Brunello de Montalcino en unos 15 Euros.
Días 10-11: Venecia (Venezia)
Aunque al principio tuve dudas de incluir Venecia en el plan, luego creo que fue la decisión correcta y el tiempo justo (2 días enteros). Es muy dificil disfrutar de una ciudad tan turística y descubrir rincones genuinos, pero aún en Venecia es posible. Siempre hay callecitas y pasajes sin gente, donde es posible encontrarse con gente local dedicándose a lo suyo. Y aún invadida por multitudes de japoneses que pagan el paseo en góndola 500 euros, la ciudad es imponente. La piazza San Marcos de noche con sus cafés llenos de gente y pequeños grupos de músicos turnándose para cantar fragmentos de óperas es algo que hay que vivir. Preguntando a gente local llegamos a un reducto de locales (éramos pocos extranjeros) que fue otra de las perlitas del viaje: el ristorante Al Graspo de Ua (el «racimo de uvas»). Habiendo sido un clásico de locales, estuvo cerrado un tiempo y reabrió de la mano de uno de los ex-empleados. Comimos la mejor pasta de nuestra vida (y eso que he comido buenas pastas): Ravioli de magro con pesto di rucola e scaglie di pecorino (ravioles rellenos de ricota con un pesto rúcula (arúgula) y escamas de queso pecorino (16 Euros). La bisteca Fiorentina estaba bien, pero no tan especial y muy cara (50 Euros). El restaurante es animado por su dueño, Lazzarin Renato, que pasea por las mesas y habla con los comensales. El restaurante queda cerca del Puente de Rialto, en una callecita muy angosta y dificil de encontrar (Al Graspo de Ua, Dirección: San Marco 5094/A – 30124, Teléfono: 041 2413326.
Todo el mundo me había advertido de lo caros y malos que son los hoteles en Venecia, pero nosotros conseguimos una maravilla de hotel, en una ubicación privilegiada (200 metros de San Marco). El hotel se llama Albergo Bonvecchiati y la habitación costó sólo 150 Euros. Lo reservamos a través de Bookings.com. El edificio del hotel es precioso, con una gran terraza sobre el canal donde sirven el desayuno.
Días 12-17: Costa Amalfitana
En el único viaje largo que hicimos, manejamos 800 km de norte a sur para llegar de Venecia a la Costa Amalfitana (region de Campania, cerca de Napoles). Pero valió mucho la pena. La costa Amalfitana, ubicada en el golfo de Salerno y bañada por el mar Tirreno, es una maravilla de lugar, de pueblitos blancos colgados de acantilados sobre el Mediterráneo, con laderas de montañas llenas árboles de limón (el producto típico de la zona). La cultura del sur es radicalmente diferente a la de donde veníamos y eso se percibe instantaneamente. La gente es efusiva, espontanea, y claramente mas desordenada que sus paisanos del centro-norte. Todo es mas caótico, pero mas divertido. Escogimos quedarnos en Praiano, un pueblo muy chiquito entre los mas famosos Positano y Amalfi. Rentamos una casa (de 3 dormitorios!) en la montaña con una terraza espectacular con vista al Mediterráneo. La casa se llama Villa La Tranquillita, y la conseguimos por VRBO.com (220 Euros la noche).
Todos los pueblos de la costa son muy lindos. Amalfi y Positano están sobre el mar y ofrecen bastante vida nocturna y restaurantes. El pueblo que mas nos gustó es Ravello, que está subiendo la montaña unos 10 km del mar. Es un pueblo muy sofisticado, que apunta a un turismo de mas nivel, con hoteles de lujo, festivales de música clásica y 2 restaurantes con estrellas Michelin. Nosotros probamos el Rosellinis, el restaurante del Hotel Palazzo Sasso. El restaurante tiene dos estrellas Michelin, y no defraudó. Si bien fue una cena cara, valió la pena (pagamos unos 300 Euros, incluyendo un vino de 100 Euros). Además de la comida, la vista al valle y el mar, y la atención fueron experiencias únicas.
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