Antes de responder esta pregunta, es necesario aclarar de qué estamos hablando. Una cosa es el el índice IPC (Indice de Precios al Consumidor) que publica cada mes el INDEC, que es un indicador, y otra cosa es la inflación.

El IPC es uno de parámetros que nos permite estimar la inflación de precios al consumidor, que es diferente a la que reflejan otros índices como el de precios mayoristas o de insumos de la construcción por ejemplo. De hecho, hasta 2017, el IPC sólo se basaba en encuestas de hogares del Buenos Aires y GBA.

Por el contrario, «Inflación» se define como un aumento sostenido y generalizado del nivel de precios de una economía, reflejando una disminución del poder adquisitivo de la moneda.

Para explicarlo con un ejemplo, si por una razón (clima, disminución de stock, etc) disminuye sustancialmente la cantidad de novillos/vacas disponibles en el mercado, el precio de la carne puede aumentar al público, y eso se verá reflejado en el IPC del INDEC con un aumento del indicador de inflación, pero no es inflación. Si no hay emisión monetaria para que haya mas pesos para comprar carne a este precio mayor, los consumidores simplemente disminuirán el consumo de carne, o dejarán de consumir otras bienes y servicios (provocando una baja de precios de estos) para pagar el nuevo precio de carne. Es la misma cantidad de dinero, que el consumidor pasa de un bien a otro, sin que el nivel general de los precios se modifique.

Que el gobierno de Macri en 2016 haya sincerado parcialmente las tarifas de los «servicios públicos» (Gas, Luz, Agua, Transporte) no son «Inflación», ya que es una decisión de precios de un mercado regulado (erroneamente), que implica una suba brusca, pero no generalizada en toda la economía ni sostenida. Sin embargo, el IPC sí refleja este impacto como «inflación». Siguiendo el ejemplo de las vacas, si no hubiera emisión monetaria, la gente para pagar el incremento de gas y luz debería disminuir el consumo de celulares, ropa, salidas o lo que cada hogar/individuo desee privilegiar dado su ingreso constante.

Como sabemos, el IPC de la era K estuvo totalmente manipulado y nadie serio lo seguía; durante los primeros meses de gestión Macri hubo que usar indicadores privados y de GCBA para estimar un índice cercano al IPC.

Estos índices durante los últimos 4 años de la gestión K reflejaron números por debajo de lo que hubieran reflejado bajo circunstancias de un gobierno normal. Los índices de 2011, 2012, 2013, 2015, 2016 estuvieron entre 22% a 28%. Sin embargo, esos índices eran totalmente artificiales (aún los calculados por estudios privados) porque dos precios clave de la economía estaban congelados por decreto: los precios de los servicios públicos, y el del dólar a través del cepo cambiario (al no poder comprar dólares, el precio de la divisa está bajo artificialmente). De hecho, en 2014, cuando Kiciloff devalúó la moneda para licuar costos, el IPC saltó a 38%.

Cuando Macri asume en Diciembre de 2015, sincera tarifas y quita el cepo (ambas medidas necesarias y urgentes para un país normal), mucha presión previamente escondida bajo la alfombra del IPC salta por los aires, y el índice salta a 40% (similar a Kiciloff 2014). Adicionalmente, y metiéndonos en la pregunta del título de esta nota, el último año de CFK genera un récord de emisión monetaria, para financiar un gasto público enorme, que en 2015 trepó a las nubes con la contratación de cientos de miles empleados y otros gastos demagógicos para tratar de ganar las elecciones.

Si Macri hubiera tomada una decisión 100% ortodoxa, pudiera haber matado la inflación en la primera mitad de 2016, aunque el IPC hubiera reflejado igualmente números altos durante un trimestre o dos. Esto sucedió con la terapia de shock que implementó Menem/Cavallo en 1991, aunque mediante la dolarización de la economía via la convertibilidad.

Macri podría haber matado la inflación eliminando el déficit fiscal generado por CFK, quien lo financió con crecimiento de emisión de moneda al 30% anual (causa directa de la Inflación, no del Indice). Esto hubiera implicado cortar aproximadamente US$ 20.000 millones de gastos (4% de déficit fiscal corriente heredado de 2015). Unos US$ 6000 podrían haber salido de los subsidios a las tarifas, que hubieran implicado un aumento de luz, gas, agua y transporte (especialmente en Buenos Aires-GBA) de 700%-1000%. Otra parte se la habría ahorrado no promoviendo la Reparación Histórica a los jubilados, que cuesta otros US$ 6000 millones. Podría no haber hecho ninguna obra de infraestructura (esas que vemos que ahora empiezan y terminan), que en 2016 fueron US$ 7000 millones. Podría haber despedido a mas ñoquis del estado (despidió sólo 80.000, ahorrando como máximo otros US$ 2000 millones, pero contrató muchos nuevos). Además de esto, se podría haber impugnado (o no ajustar por inflación) la jubilación otorgada a 3 millones de personas que nunca aportaron, o ajustar las jubilaciones todos los jubilados menos que la inflación. O se podría haber cerrado Aerolíneas Argentinas y todas las empresas públicas deficitarias. A todo esto, días antes de asumir, en Noviembre de 2015, la Corte Suprema de Justicia falla que el Estado Nacional le tiene que devolver a 3 provincias unos US$ 6000 millones de deuda previsional (que habían estado peleando por mas de una década, pero la Corte de lo quiso regalar a Macri de bienvenida).

Toda esta «orgía» de gasto heredada, se complementa además con otro escenario de horror, la presión fiscal mas alta de la historia. Es decir, que el déficit sólo se puede bajar reduciendo gastos, no subiendo los impuestos.

Cualquier medida de recorte de la totalidad o en forma parcial de estos rubros hubiera generado todo tipo de manifestaciones, como por ejemplo lo que se vivió durante la discusión de la ley previsional a fines de 2017 por un cambio menor. Hubiera también confirmado el prejuicio K de «Macri ajustador».

Por otra parte, equilibrar el presupuesto y cortar la inflaciónde cuajo, podría haber provocado mayor confianza en la economía (como sucedió en 1991), y acelerar las decisiones de inversión de locales y extranjeros.

Pero en lugar de elegir estas medidas ortodoxas, decidió, por temas políticos y asesorado por un gradualista como Prat Gay ir de a poco. Se planeó que déficit se reduciría un punto por año (aproximadamente US$ 6000 millones de ahorros porencentuales iniciales, ya que en absolutos era menos porque se asumía que la economía crecería), para llegar a equilibrio en 2021, y mientras se siguió gastando mas de lo que ingresó.

Una parte se financió con deuda (externa e interna) aprovechando que se podía tomar deuda en dólares a 5% versus el 15% que pagó Kirchner a Venezuela. Y la otra parte, lo mas importante, se ordenó al Banco Central que emita pesos para cubrir la diferencia. Y esa es la verdadera razón por la que Macri no pudo domar la inflación. La emisión de pesos desde que asumió Macri fue de entre 25% y 30% anual, igual a la verdadera tasa de inflación de estos años, y a la que ajustan la mayoría de los precios de la economía, de forma generalizada y permanente.
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Erroneamente, para tratar de contener el Indice IPC, y no la verdadera inflación, la gestión 2016-2018 trató de anclar el dólar en 15-20 pesos, causando atraso cambiario, lo que generó el otro déficit importante, el de cuenta corriente. Esto significa que la gente viajó al exterior, y compró muchos dólares (fuja de dólares) porque sabía que estaban baratos (atrasado respecto de la inflación real).

Si aplicamos esa tasa de crecimiento del 25%-30% de los pesos, hoy el dólar debería superar los 30 pesos de cotización, creciendo como cualquier otro precio en un contexto inflacionario.

Pero la inflación no sólo está determinada por la cantidad de pesos que emite el Central, que son los «vendedores» de pesos. Los «compradores» de pesos, nosotros, también decidimos cuántos pesos queremos tener, en función de nuestras expectativas de desvalorización. Durante esta crisis cambiaria, la demanda de dinero también está cayendo, así que incluso aunque el Central deje de imprimir moneda para financiar el déficit, es probable que los precios de los bienes sigan subiendo porque todos nosotros queremos deshacernos de los pesos lo antes posible y cambiarlos por otros bienes (dólares, compras anticipadas en supermercados, etc), provocando que estos bienes suban de precio porque cada vez estamos dispuestos a ofrecer mas pesos por ellos con tal de no quedar expuestos a la inflación.

En este contexto, el ajuste que Macri no quiso hacer el 2016, lo realizó parcialmente el mercado en Mayo 2018, devaluando la moneda y el poder adquisitivo de los salarios. Y empezando a corrigir los desequilibros de la cuenta corriente (menos viaja al exterior, mas turismo receptivo, mejor competitividad de las exportaciones)

En conclusión, en la medida que veamos que el déficit fiscal corriente se va reduciendo, y que el Banco Central deja de emitir, la inflación sin duda bajará. Usando de Cuco/Malo al FMI para reducir gastos, este año se cerrará con 2.7% de déficit, y 1.3% en 2019. Esto es compatible con el objetivo de tener una inflación menor al 10% en 2020, pero el Gobierno tendrá que resistir todas las presiones corporativas, políticas y demagógicas que protegen cada peso que gasta ineficientemente el Estado.

Actualizacón:

Muy buenas notas de Orlando Ferreres en La Nación con el cálculo del gasto público consolidado (Nación, Provincias, Municipios)

https://www.lanacion.com.ar/2205559-cuantos-cobran-del-estado
https://www.lanacion.com.ar/2203871-el-gasto-publico-consolidado-sigue-alto
https://www.lanacion.com.ar/2201683-cuanto-gastamos-estado-consolidado